RIO/OIR

Espacio para reflexionar acerca de nuestra historia, desde el permanente fracaso de este proyecto de país, o más bien, de este paisaje que intenta convertirse en un país. Rio oir por que el río Mapocho marca nuestro devenir histórico. Porque el rio es nuestro espejo. Porque nos susurra nuestras miserias y fracasos. Ahi va.

Thursday, February 23, 2006

Más perdido que el Teniente Bello.

Màs perdido que el teniente Bello.
La desaparición del teniente bello.

Rodrigo Montero.


En la mañana del lunes 9 de marzo de 1914 el teniente Alejandro Bello revisaba su aeroplano Sánchez Besa 80 HP. Minutos después despegaba desde la escuela de aviación rumbo al sur de la ciudad de Santiago.
Las neblinas de marzo tapaban la visión en los cerros de Maipo, haciendo casi imposible la observación a más de 100 metros de altura. A las 4 de la tarde, el teniente volvió a revisar el equipo de su avión notando que la brújula estaba algo suelta. Solicitó ayuda al oficial controlador quién reviso la herramienta de orientación, de vital importancia, especialmente para los navegantes y aviadores que de pronto, se encuentran en medio de una intensa niebla.
Para esos años la aviación chilena se encontraba iniciando su historia. Los vuelos se realizaban en los cielos de Santiago y sus alrededores, seguramente, en condiciones técnicas muy precarias.
Por la tarde de ese lunes y luego de llenar la hoja de ruta que dejaba constancia del estado atmosférico y las condiciones positivas del aeroplano, Alejandro Bello y el teniente Ponce, partieron desde Santiago en ruta hacia la costa.
Según consta en declaraciones posteriores de teniente Ponce, al cruzar la cordillera de la costa, ambos aviadores, cada uno en su aeroplano, se encontraron con una densa niebla que obligó a Ponce a regresar al punto de despegue en la capital. En su viraje cruzó miradas con Bello y se saludaron, mientras Ponce intentaba decirle que lo siguiera en su ruta.
Esa sería la última vez que Ponce contacto visual con el teniente Bello.
Testigos de la zona declararon, ante el juez que llevó la causa de la desaparición, que a eso de las cuatro y media de la tarde, habían visto pasar por los cielos de Melipilla a los dos aviones en su camino hacia Cartagena.
Las hipótesis que se manejan con esta desaparición se relacionan con el estado de la brújula de Bello. Normalmente los aviadores sabían que los tornillos de esos instrumentos se soltaban con el movimiento de los motores. Todas las versiones concuerdan en indicar que Bello habría cruzado el borde costero de la zona de Llo lleo rumbo al mar. Incluso, pescadores de la zona, que luego dieron su versión de los hechos, expresaron que vieron pasar a Bello a muy baja altura en medio de la neblina. Los testigos indican que “le tocaron cuernos y pitos gritándole que se iba a matar..”.
Con estos testimonios siguieron apareciendo datos que intentaban explicar la desaparición.
Bello llevaba combustible para cuatro horas de vuelo. Una de las explicaciones indica que el malogrado teniente, se introdujo en el mar sin saber que abandonaba el continente para luego desaparecer. La segunda alternativa indica que al darse cuenta de su error, regresó a tierra en medio de la neblina y la noche, perdiéndose en los montes llamados “la loma”.
Inmediatamente se organizó la búsqueda por mar y tierra. Se exploró la costa desde Cartagena hasta Valparaíso, sin encontrar restos del aviador.
La historia de Bello causó conmoción en la opinión pública y dio origen a uno de los más característicos dichos referidos a la perdida o a la desorientación: “Más perdido que el teniente Bello”.
¿Cómo interpretar esta “desaparición” del aviador en el mar?, ¿Qué metáfora se podría armar a partir de esta desaparición en el mar de un chileno de principios de siglo XX?.
Varias son las posibilidades.
Comenzando por la desaparición en la historia de Chile. No pocas las ocasiones en que personas se perdían en esta geografía. Desde los tiempos de la conquista, muchos soldados y españoles perdían el rumbo y nunca más se supo de ellos.
En otras, los vencedores de alguna revuelta militar, dejaban a sus vencidos en los campos de batalla a merced de las aves rapaces y animales, sin dar aviso a los familiares de la muerte de sus seres queridos.
Seguramente nuestros campos y montañas, llenas de laberintos, esconden numerosos cuerpos perdidos y olvidados.
Los caminos de Chile, durante los tiempos de la Colonia, eran recorridos por hombres y mujeres, sin identidad, en busca de trabajos esporádicos. Los famosos vagabundos o “vagamundos”, sujetos desconocidos que no figuran en nuestro olimpo de héroes patrios.
Son innumerables las leyendas que tienen, como protagonistas, a desaparecidos o desaparecidas, o de los que “nunca más se supo de ellos”: navegantes, exploradores, viajeros, esposos, padres que abandonaron a sus familias luego de un “voy y vuelvo” o mujeres que partieron, desesperadas, hacia la distancia de sus esposos maltratadores, en busca del olvido o la nueva vida.
En nuestras historias cotidianas abundan las figuras del padre ausente, la madre desaparecida, el hermano que nunca vimos, nuestro detenido o detenida desaparecida, el familiar, el amigo o, simplemente, el amor desaparecido.
Algo tenemos de desaparición en los laberintos de nuestra memoria.
La segunda posible entrada, en el análisis, tiene que ver con el espacio geográfico en que se perdió Bello.
Nuestra geografía, presenta innumerables laberintos cordilleranos o una extensa costa de más de 5000 kilómetros de extensión en que todo puede pasar. Hay enormes trozos de país que no se habita con regularidad, en medio de ese descampado, toda desaparición es posible. Bien lo saben los militares chilenos, que en los sucesos posteriores al año 1973, hicieron desaparecer cuerpos arrojándolos al mar en la decena de ríos que cruzan nuestra loca geografía.
Es conocida la capacidad de los ríos y océanos para eliminar rastros de los que caen en sus aguas. Los cuerpos muertos que flotan en el mar y el agua, pierden sus huellas y se convierten en masas corporales sin identidad.
Otra vía que se podría explorar es la que se refiere a la relación entre la desaparición y las aguas del mar. Tripulaciones enteras perdidas figuran en los anales de la historia de la navegación en las costas chilenas.
Un ejemplo de este fenómeno lo constituye el famoso barco que, en la dictadura de Ibáñez, partió rumbo al pacífico con una particular carga; delincuentes y homosexuales. El barco se hundió “extrañamente” y nunca más se habló de ello. Esos “otros” que llevaba en su cubierta pasaron al olvido, y no figuran en ningún texto oficial de historia. Desaparecieron en el mar de nuestra memoria.
Se sabe también que muchos cuerpos de detenidos y ejecutados políticos fueron arrojados al mar luego de ser asesinados en la dictadura militar. En el mar se perdieron sus rastros, nunca más se supo de ellos. Varios tenientes Bello se perdieron, desaparecieron al ser arrojados a las aguas del pacífico.
Desde nuestros comienzos como comunidad histórica el océano pacífico se ha comportado como una frontera natural y simbólica entre la vida y la muerte. Los pescadores, cuando llegan a tierra, celebran con vino, el eterno y deseado regreso desde un paisaje cercano a la soledad y la muerte. En borracheras festejas el regreso a la vida.
Llegar a Chile, hasta comienzos del siglo XX, tenía que ver con el cruce doloroso del estrecho de Magallanes. Se llegaba después de duros intentos por vencer a la muerte, helada y desesperada, del estrecho.
El mar, en el caso de los militares que arrojaron cuerpos a sus aguas, adquiere la perspectiva de posibilitar el olvido. De esconder los cuerpos que el mar se encargará de enterrar. Seguramente en la mente de los que dieron esas ordenes, estaban estos detalles, olvidar y enterrar los cuerpos de los enemigos en el Mar.
Lo del teniente bello ocurrió en estos mismos paisajes. Voló hacia las violentas aguas de un mar que nunca mas lo entregó, pese a los infructuosos esfuerzos de sus familiares. Está enterrado y olvidado en sus aguas. Nos queda nada más que su desaparición como figura literaria que nos recuerda que, al perder la brújula, uno se puede perder y morir en esta geografía laberíntica que nos acoge.
A Bello, perdido y abandonado a su suerte, el mar lo hizo desaparecer, al igual que los homosexuales del barco de Ibáñez, que los marinos del estrecho de Magallanes, o que los cuerpos de los desaparecidos en la dictadura de Pinochet. Todo ellos flotan en algún lugar del borde costero de nuestra historia, de nuestra frágil, disgregada y desmembrada memoria.
El mar como herramienta para la desaparición, la desaparición en las aguas del mar, los cuerpos arrojados al mar para provocar el olvido, el mar algo tiene que ver con el olvidar, mar termina igual que enterrar y olvidar.

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