RIO/OIR

Espacio para reflexionar acerca de nuestra historia, desde el permanente fracaso de este proyecto de país, o más bien, de este paisaje que intenta convertirse en un país. Rio oir por que el río Mapocho marca nuestro devenir histórico. Porque el rio es nuestro espejo. Porque nos susurra nuestras miserias y fracasos. Ahi va.

Thursday, February 23, 2006

Historia de la muerte en Santiago de Chile

RIO
OIR

Memoria de la muerte en Santiago del Nuevo Extremo.



I.

El verde esta vivo.
¿Por qué el olor se olvida?
¿Cómo registrar la brisa?

Arrayanes, Peumos y Algarrobos
coronan la vista desde lo alto
del Huelen.
Un aire seco se instala en nuestra memoria.

Cuentan que a la llegada de los huincas,
una machi
mandó a esconder el corazón del Mapocho.
Una mujer y un hombre,
corrieron de noche.

Desde ahí,
el río guarda la memoria de los primeros habitantes de la ciudad,
bautizada en honor al apóstol Santiago.

El valle del Mapocho.
Cerro el Plomo.
En la Precordillera;
Ñuñoé y Tobalaba.

He aquí el relato
de los hechos que se sucedieron después de la llegada de los antiguos.
De cómo
los hijos de sus indias
recorrieron el río (la muerte),
en este valle.




Agachados.
Hinchados.
Vueltos y manchados,
sangrantes las heridas de sus grilletes.








































II.

Durante siglos,
el río ha sido el refugio de la otra ciudad.
La que no se mira a los ojos.
Espejo de nuestra memoria.

Seres sin nombre.
Sin lengua.
De todas partes.
De todos los siglos y los siglos.
Juan. Eustaquio. Vladimir. Patricio.
Luis. Juan,
y el Batalla,
muerto debajo del puente Pedro de Valdivia,
en enero del último verano.
Envuelto en las llamas,
de un escape de gas.

Despertó con la garganta cerrada.
Lentamente,
recordó lo suyo.
Lo poco.
Lo nada.
(Por suerte
llegaron tarde.)
Ya muerto
estaba el Batalla.

“La muerte menos temida
da mas vida”
rezaba el escudo de armas del conquistador español.

El Batalla,
quemado,
murió bajo el puente Pedro de Valdivia.
Menor fue su miedo a la muerte.

Nuestra podredumbre,
nuestra miseria,
nuestra desmemoria.
Indiferencia que tanto se parece a la estupidez.

El río, un espejo.
III.

Al principio,
los entierros se hicieron cerca de la plaza Mayor.
Los otros,
en cualquier parte.
Abiertos.
Elevados.
El piso de la ciudad primada, se levanta sobre los huesos aplastados.
Desgastados.

Valdivia,
el don Pedro,
el de los tres amores imposibles.
Si quiere ser gobernador,
debe renunciar al amor secreto.
A su mujer,
la dejo en España,
doña Marina Ortiz de Gaete.
Aquí lo amaban;
Inés de Suarez,
María de Ansío.
Valdivia obedeció.
Casó a María de Ansío con Gonzalo de los Ríos,
a quién le regaló Aconcagua.

De esa unión nació la Quintrala.

Desde la península llegó,
en busca de su esposo
Marina.
Al pisar esta tierra
lloró sola en un rincón.
Lejana y pobre.
Valdivia había desaparecido en Tucapel.

En la Chimba.
Al norte del río,
se enterraron los indígenas que pisaron el adobe
de este Santiago de Nueva Extremadura.

Don Pedro
es muerto a varios días de cabalgata,
al sur del Mapocho:
“Salen los españoles, de tal suerte
que los dientes y las lanzas apretando,
que de cuatro escuadrones, al más fuerte
le van un largo trecho retirando;
hieren, dañan, tropellan, dan muerte,
piernas, brazos, cabezas cercenando:
los bárbaros por esto no se admiran,
antes recuperan el campo y los retiran”

En las lejanías de Tucapel,
el conquistador,
amado cuatro veces,
es abatido por la rabia Mapuche:
“Y Apuntando a Valdivia en el cerebro
descarga un gran bastón de duro enebro”.

“Y el diestro carnicero ejercitado,
el grave y duro mazo levantando,
recio al cogote cóncavo desciende,
y muerto estremeciéndose le tiende;
así el determinado viejo cano
que a Valdivia escuchaba con mal ceño,
ayudándose de una y otra mano,
en alto levantó el ferrado leño:
no hizo el crudo viejo golpe en vano,
que a Valdivia entregó al eterno sueño,
y en el suelo con súbita caída
estremeciendo el cuerpo, dio la vida”.

El fundador de la ciudad del Mapocho
muere inaugurando la vida:
“La muerte menos temida
da mas vida”.

¿Dónde están los restos de Pedro y sus amadas?

Los indios rebeldes
se escondían
en el Pucará de Vitacura.

¿Dónde están esas piedras?

Los Guarpes,
cruzan las montañas a pié pelado.
Cargan en sus espaldas:
Sal,
Ropas,
y Vino.
Siguen la huella
desde Tucumán,
hasta Cuyo.

Junto a ellos,
los Aucas,
prisioneros de sus grilletes,
caminan desde el Bío-bio,
al Mapocho.

Son enterrados,
al poniente de la plaza Mayor.
En el barrio Guangualí,
hoy apóstol San Pablo.
Varios de sus huesos se pudren
bajo la estatua del roto chileno.

Enrredados en las raíces de la plaza Yungay,
hay varios muertos
sin entierro.
Olvidados por mestizos y mestizas.

La luz entra al valle en verano.
El verde inaugura el Sol.

El ruido del río marca el paso del amor mestizo.
Un dolor más grande
“que el hipo de cien perros
botados a morir”.

Por las tardes,
los enamorados reptan por las orillas del Mapocho,
escondiéndose bajo los Arrayanes.
Se prometen amor eterno.

Lentamente
Bajo.
Busco
el vértice
que abre
el tibio chal
que cubre tu alma.

Domingo del señor.
Día de oraciones.
Horas de trabajo para los muertos.

Una hora antes del amanecer,
los indios
“con un alarido tan grande
como ellos lo tienen”
atacan el sur del Mapocho.
Ollas llenas de fuego.
20 caballos caen bajo lenguas de fuego.
Cinco caciques son degollados por una damisela española.
Sus cabezas son clavadas en la empalizada.
Quince horas de pelea,
quedaron en la memoria
de ese once de septiembre de 1541.

La rabia Mapuche
golpea fuerte.

¿Dónde están enterrados los que murieron a manos de Michimalonko
ese Septiembre?

Lautaro en Ercilla gritó:
”!!!Yo juro al infernal poder eterno,
si la muerte en un año no me atierra,
de echar de Chile al español gobierno,
y de sangre empapar toda la tierra¡¡¡.”

Los españoles
ricos y solitarios,
son encajonados en las piedras heladas de la catedral.
Del San Cristóbal y del cerro Blanco,
caminan las piedras pulidas por los huachos
que entierran a sus padres desconocidos.
Los miran a los ojos.
Dejan las tierras en manos de las nuevas viudas ricas.

El río está rodeado de encomiendas.
Cien,
Trescientos.
Diez mil indios por encomendero.

Al morir son arrastrados por las aguas claras del invierno.
Al lado de los que se arrojaron en la primavera del 73.

Amarrados.
Envueltos.
Los deslizaron mar allá.
Su pálidos cuerpos,
hinchados y deformes.
Pesados y flotantes.
Arrastrados y serenos.
Fueron vomitados al océano.
Hicieronse doce veces callados héroes.
Murieron cincuenta mil veces más.
Arrumados por la Sal,
sin huesos,
se transformaron en doce calas de Mar.


























IV.

El río de Pedro de Oña:
"Albergue de holgazanes y baldíos,
a donde el vicio a sus anchuras mora,
y tierra do se come el dulce loto".

La ciudad está de fiesta.
Chichas y chanchos,
son sacrificados por el deseo,
“que es cuando y donde los indios hacen sus borracheras".
Las noches resucitan a orillas de Mapocho:
“por las rancherías y demás bohíos que hay en esta ciudad y fuera della por el cercuito y rededor desta dicha ciudad”

En la Chimba.
El Salto.
Ñuñoé.
Los linderos de las tierras de San Francisco.
Al sur de la Cañada.
Por García Reyes.
Luego Brasil.
En las tierras occidentales del río
"adonde los indios mostraban la disolución de su antigua cultura
y la aniquilación de sus miembros,
sumidos en la miseria,
la promiscuidad,
las enfermedades,
y el vicio".















V.

Mil quinientos cincuenta y tres.
Se abre el primer hospital de la ciudad.
En camas de paja,
las monjas rezaron por el alma de los muertos.

Siete casuchas
abrazan la plaza Mayor a mediados del dieciséis.

Dicen que la aristocracia chilena
desciende de siete
españoles
que llegaron con Valdivia.

Sus hijos enceguecidos por el olvido
entierran,
el Santiago colonial,
en tumbas de melamina.
Se protegen del viento en mansiones pareadas.

¿Qué pasó con la gesta heroica, y el placer, del primer encuentro carnal
entre los conquistadores y las conquistadas, madres de todos los aristócratas que hoy colonizan los suburbios orientales del Mapocho?

La palabra melancolía
la inventó Patricio Montero Cabrera,
a cuyo encargo,
muero en esta ciudad.
El está enterrado en los pliegues iniciales del pubis cordillerano.


Mil quinientos setenta y cuatro.
El río tan chico y ruin
Provoca su primera avenida.
“Río tan caudaloso y recio
que daba a la cincha
a los buenos caballos”

Mil seiscientos nueve.
“El río hubo de destruir y asolado a muchas casas,
como es notorio”.
La estatua de San Saturnino
se incrusta en las espaldas de las mestizas.
Los santos nos protegen de la catástrofe.
Ahuyentan a los Huekufes.
Se reza el rosario en Mapudungun.
Se encienden velas en un Canelo.
Teillier recoge las migas de nuestra memoria y se las entrega
a una paloma con muletas.

1621.
Las aguas del río,
chico y ruin,
entraron por la calle de Santo Domingo,
mojando los pies de los curas y las monjas que oraban
por sus pecados.































VI.

El Mapocho es la columna vertebral
de la muerte en la ciudad.

Un mismo río,
es distintos ríos a la vez.
Desde lo alto del valle,
hasta lo mas bajo.

Lo más oscuro.

Arriba,
la ciudad civilizada.
Abajo,
la ciudad bárbara.

¿En qué vértebra está el corazón del Mapocho?
¿En qué paralelo de la memoria se encuentra el corazón de nuestra (mi) ciudad?
























VII.

Ahora
le toca a la tierra.
Con rabia,
Con rabia.
Espanto. Espanto.
Llanto y más llanto.

1647.
Terremoto en el Mapocho.

Reptan las lágrimas de barro
de los que quedaron sin nada.

"Parecía que los montes se daban batalla unos a otros,
Tembló con tanto estruendo, fuerza y movimiento que al punto que comenzó a temblar comenzaron a caer los edificios que se habían hecho en el discurso de más de cien años, y con notable sentimiento en toda la ciudad, ni en su jurisdicción no quedó ninguno, ni chico ni grande, que no se hubiese de habitar, después de remendado con grandísimo riesgo".

Se diluye el ser frente a la catástrofe.
El dolor de la soledad despierta con el vaivén.
Mil muertos son contados en la plaza de Armas.
Mil soledades florecen en el terremoto.

Pequeños.
Diminutos.
No lo podemos parar.
Nada lo hace terminar.
No hay final.

Los patricios ruegan por sus pecados.
Los indios engrillados rezan:
“con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros,
y os haré la guerra por todas partes y maneras que yo pudiere,
y os sujetaré al yugo y obediencia de la iglesia y sus altezas..,
os haré todos los males y daños que pudiere,
como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor
y les resisten y contradicen”.

Se encienden cebos de luz a la cruz de Mayo.
Se ven muchas fogatas en la Chimba,
en Guangualí.
La noche es de humo.
Olor a espino.
La tierra viaja por el aire,
le salieron alas al polvo.

Murmullándole al santísimo.
Un susurro bajito.
Silente.
Doliente,
sostiene al miedo y su volumen continental.

¿Cuántos muertos quedaron bajo el barro seco del adobe?
¿Dónde están enterrados esos huachos?
¿Dónde están?.

A los ahogados,
se los llevó el río.
Los guarda en el mar.
Agotado con la muerte decidió
Arrastrarlos hacia el pacífico.
Flotando hasta Llo-lleo.
Un general los mira pasar
Desde su ventana en Tejas Verdes.
Un martes de horror.

Pasan
las calas de mar.
Sin huesos.
Hinchadas.
Reventadas de silencio.












VIII.

En la siesta colonial
la muerte se acostó,
entre Santo Domingo y Catedral.
Aquel 21 de mayo de1676.
Muere sin aire
el obispo Diego de Humanzoro.

El primero de la iglesia de los pobres.
La de los ricos,
igual pascual.

“A los españoles que oprimen a los indios amonesto muy a menudo,
tanto en sermones públicos , como en coloquios privados, los opresores usan el falso pretexto del orden público, y en nombre de la providencia,
lo que es para su utilidad personal e insaciable avaricia. Pido a Dios que abra los ojos de las almas de los encomenderos cegados por la avaricia infernal”

Días antes de reposar
en algún lugar del templo escribió:
"Y llegarán las injusticias, por ser tan enormes, a provocar la indignación de Dios y su castigo eterno y temporal a los que, pudiendo, no ponen medios eficaces para el remedio de tan públicas e intolerables injusticias y tan graves y perniciosas ofensas,
a Dios nuestro Señor".

¿Dónde está el altar que lleva su nombre?
¿Dónde está la cruz que recuerda su dolor?

Teresa de los Andes.
Laurita Vicuña,
canonizadas por la iglesia de los ricos.

¿Qué pasó con el alma de Humanzoro?.

Con el filo de un cuchillo cartonero,
la estampa de Humanzoro,
se entierra en el culo de la cristiandad catedralicia.
La de las corbatas.
La de las blondas.
La de las manos sucias de la sangre de Joan Alsina.
José María Caro y Clotario Blest.

Una ciudad reza bajo los velos negros.
La culpa es la pastilla del olvido.

La iglesia no quiere recordar.
El capitán Caravéz,
se vistió de encomendero
el 17 de septiembre de 1973.
Dirigió el plomo
que se incrustó en el corazón de Joan Alsina.

La ciudad de los vivos, entierra a sus muertos por turno.

El demonio deposita sus heces
en las manos de las damas herederas.
El demonio moldea con su semen,
las criptas de los caballeros enterrados a los pies de San Francisco con la Cañada.
En las Agustinas.
En los Mercedarios.
San Ignacio.
Los Dominicos.

El primer Congreso Nacional
se levantó sobre las tumbas ignacianas,
después de una noche iluminada con lenguas de fuego.
2000 mujeres murieron abrazadas por las llamas de San Ignacio.

¿Qué pecado cometieron?

Días después
Se fundó la primera compañía de bomberos de Santiago.

1730.
de la manito de la muerte
regresa la catástrofe.

1783.
desfila
por segunda vez,
la muerte con los muertos,
iluminada por las velas de la cruz de Mayo.
Los angelitos regresan al cielo
Vestidos de blanco y encaje:
"ya se fue para los cielos
este querido angelito,
a rogar por sus abuelos
por su madre y hermanitos,
cuando se muere la carne
el alma va derechito".


Mil ochocientos cinco.
Se abre el cementerio la Pampilla,
a seis cuadras al sur de la Cañada.
Calle matanzas,
hoy Santa Rosa.

Los muertos parten de viaje.
Necesitan vacaciones.
En las veredas de Santa Isabel,
bajo una automotora oriental,
Cerca de la torre de “los Diez”
Que
En 1905,
Daba luz y sombra a
Magallanes Moure,
Augusto Dalmar,
Juan Francisco González.

Sus rejas siempre están cerradas.

















IX.

Primero de abril de 1811.
Los soldados del rey se toman la plaza de armas.
Los vinos están frescos.
En medio de la borrachera, viejas orantes escuchan disparos,
desde el púlpito de la catedral.
La revuelta viene del río.
Tomás Figueroa es detenido.
Condenado a muerte, por defender la honra del rey.
Es colgado en la plaza mayor.

Su cuerpo se quedó solitario la primera noche.
Soldados borrachos, escupieron sus pies durante la fiesta.
El polvo se levantó en busca de aire.

¿Dónde está enterrada la fidelidad de Figueroa?

Los prisioneros de la ciudad,
viven detrás del cabildo.
A dos cuadras al sur del Mapocho.
Detrás de la iglesia de Santo Domingo.
las paredes de sus celdas se abren y piden limosna para comer.
Con las palmas abiertas esperan una papa cocida.




















X.

Balmaceda se tritura su cráneo, con un tiro de soledad.
La ciudad es sitiada por las ordas victoriosas.
Las herraduras de los caballos golpean las escaleras de mármol.
Roban muebles.
Cuelgan a los balmacedistas en los postes del primer alumbrado público.

El río ya está encajonado.

Damas y caballeros,
pasean por un parque francés,
soñando vivir
o morir en París.

En el cajón lítico del río,
los pobres se arrojan piedras.
Se pelean un pedazo de orilla.
En cada fiesta mechona,
se repite el rito.

La muerte se hizo republicana
en septiembre de 1818.
(la sotana vaticana no reconoció la libertad.)

O”higgins abre un cementerio
en la Chimba,
para que los rotos tengan despedida.

El Vaticano nada sabe de la muerte en Santiago.

Cementerio general al final de avenida la Paz.

A dos cuadras de la morgue,
el mismo edificio que recibió los cuerpos de Alsina,
Natino
y Parada.

Las viudas hacen fila
en las puertas del Instituto médico legal.

Por la calle de la Paz,
las rozas despidieron José María Caro.

El mismo camino seguirá
el cuerpo de Silva Henríquez.

Los funcionarios del cementerio
se ganan la vida
congelando
el silencio,
en el mármol de los caídos.

“Padre que estás en el cielo
ruega por nosotros
los pecadores”.
































XI.

Las piedras del río,
se bajaron del San Cristóbal.
una a una,
espalda a espalda.
Los presos de la ciudad
Los mismos condenados de siempre.
Los bárbaros de Vicuña Mackenna.

Año
Tras
año,
las aguas del Mapocho,
moldean nuestra memoria.

¿Qué secretos esconden las ranuras que separan la piedra de la piedra?
¿Qué enterrados objetos guarda, en santo secreto, el suelo de esta herida de Santiago?

Río,
al revés,
reza oir.

Esta es la historia escondida en los liceos.
Nunca nos contaron la verdad.
Nuestros padres callaron.
Son cómplices, de este pedazo de memoria que nadie quiere contar.

La lengua olvidada.
La que enrojece el maquillaje.
Esa que silencia los domingos a medio día.
Ese hablar bajito, que no se note.
El susurro aplastado de la verdad.
La verdadera y pura verdad.









XII.

En las calles mueren
borrachos,
los viejos del saco.
El río,
ataúd de los sin casa.
La chusma inconsciente de Alessandri Palma.

San José,
San Borja,
San Juan de Dios,
San Salvador,
Son los hospitales de la despedida.

¿Dónde están enterradas las mujeres del río?
¿Qué figura geométrica arma la cartografía de los muertos en Santiago?.



























XIII.

Agosto de 1906.
La tierra se da vueltas en su cama.
70 muertos en la ciudad.
La cifra se cuadruplica en los barrios pobres.

Octubre de 1905.
el palacio de gobierno
es sitiado por el hambre.
250 muertos recorren avenida la Paz en busca de silencio.
La semana roja.
La huelga de la carne.

“Mujeres de rostros doloridos
de algodonosos pechos pesadamente saltones,
de doblegados moños,
con los pequeños a rastra,
marchando,
hablando,
gesticulando,
eran como extraños animales desnutridos,
buscando una razón de vida”

1932
25 niños mueren
Por cada 1000 nacidos.
Tifus exantemático.
Hepatitis transmitida por los piojos.
Cólera transmitida por la pobreza.

Mil novecientos veinte.
Areneros del puente Bulnes.
Orines.
Excrementos.
Basuras podridas, arman la geografía del Mapocho.

La herida de la sangre se funde con trozos de semen podrido.
Materia fecal.
Ese olor,
el olor del pútrido aroma de la soledad.

Septiembre.
El mes de mi padre.

En los septiembres de cada año,
Sesenta jóvenes
Son fusilados
En el seguro obrero.
Minutos antes
Cayeron en el frontis de la Universidad de Chile.
Los fascistas también tienen héroes que recordar.

47 años antes muere de nuevo Balmaceda.

El Mapocho
Marca el viaje
De los vivos que entierran a sus muertos.
El límite de la desaparición.
La frontera entre la ciudad de los vivos y de los muertos.

Varias mujeres
buscan a sus hijos en el patio 29.

Comprar claveles en la Paz.
Tomar pipero en la piojera.
Escuchar a un hombre llorar de puro miedo a la vida.

En esta puta ciudad
la vida termina en el norte.


















XIV.

El cauce del río sirvió de cauce para la protesta.

Allende
Con 23 soldados armados
Defiende
Desde temprano,
El palacio presidencial.
Habló por citófono,
con los militares rebeldes parapetados al frente en el edificio de defensa.
Confirmó la traición que lo rodeaba.
Tomó aire.
Se puso su armadura.
Cargó su esperanza y decidió
Combatir hasta el final.
Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.
La confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia
Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasa el hombre libre para construir una sociedad mejor

El primer proyectil cayó sobre el patio de invierno.
A nueve días de la primavera.
Otros reventaron la Moneda en una fotografía en blanco y negro,
Que reposa en las suites
De los generales en jefe,
Que dirigieron la muerte en Santiago.

Ocho meses después
El Mapocho
El puente Bulnes,
Reciben la bendición
Del cura Alsina
Que vestido de huarpe hundió su sotana en el lodo del río.

“Apilados nos llevaron hasta un lugar que parecía un basural y además corría agua, dándome cuenta, en ese momento, que era el río Mapocho a la altura del puente Bulnes o mejor dicho, dónde esta el puente Bulnes. Sin atar nuestras manos, nos bajaron al río. Nos manifestaron que nos detuviéramos donde estaba el basural y el capitán al mando (el capitán Carávez) ordenó a los funcionarios de Carabineros “mátenlos”, y el carabinero de puente Alto al cual ubicaba con el nombre de “chino” y de apellido “Rios” , nos manifestó, o mejor dicho nos gritó “arranquen” pero no nos dejaron tiempo para esto último sino que de inmediato nos comenzaron a disparar con sus metralletas , a medida de que éramos heridos caíamos al lecho del río. Yo recibí cuatro balazos en mi cuerpo, uno en la rodilla izquierda con salida en la parte del muslo cerca de la pantorrilla, el otro cerca de la columna también con salida, el otro en el brazo derecho también son salida, y la última en la parte del hombro derecho con salida cerca de “la paleta”. Debido a las heridas que recibí también caí al lecho del río sintiendo fuertes dolores debido a los balazos que recibí a menos de tres metros de distancia. Algunos de nosotros quedamos cerca del río, pero otros en la parte del basural ya que no alcanzaron a arrancar como ellos nos manifestaron. Como algunos de los heridos se comenzaron a quejar del dolor, dos carabineros bajaron y con sus metralletas repasaron a los heridos los cuales ya no se volvieron a quejar. Yo quedé boca arriba, cerca de los muertos, sin quejarme, ya que de eso dependía mi vida, o sea, el de que “comerme mis dolores”. Un carabinero se me acercó y me pegó una fuerte patada en mis costillas, pero no me quejé, y con el mismo pié me dio vuelta y al parecer como vio mis heridas desgarradas y como sangraba bastante “no me remató”, como lo hizo con los otros. Esto debe haber durado unos quince minutos. Luego esperé que el jeep se fuera y cuando lo hicieron como pude arrastrándome logré llegar a una población donde me prestaron ayuda. Luego perdí el conocimiento y desperté cuando ya estaba en la posta tres. El hecho ocurrió un día Sábado y desperté un día Martes”.

Calle Santa Fe.
Gran avenida.
Un cinco de octubre del setenta y cuatro,
Miguel Enríquez,
Es encerrado por sus captores:
Klasnof, Contreras y Romo,
Entierran su resentimiento en el alma de la rebeldía.

Horas después,
Guillermo Nuñez,
Es detenido en el “palacio de la risa”
durante meses estuvo ciego y paralítico,
usando sus pinceles como linterna,
resistió a la ceguera.

Cuatro años después,
Sergio Fernández,
José Piñera,
Jovino Novoa,
Francisco Bartolucci,
Ignacio Astete y
Juan Antonio Coloma,
encienden antorchas en Chacarillas, jurando lealtad a Augusto Ramón Pinochet Ugarte.

“Jóvenes chilenos: la posibilidad de materializar íntegramente este plan está sujeta a la condición de que el país siga presentando los signos positivos que nos han permitido avanzar hasta la fecha.
Para ello se requiere indispensablemente el concurso patriótico de toda la ciudadanía y, muy especialmente, el idealismo generoso de la juventud, que debe encender de mística nuestro camino hacia el futuro.
No ignoro que se levantarán muchos escollos, ambiciones y personalismos, que de mil maneras pretenderán impedir nuestra marcha, y hacernos volver hacia atrás, donde sólo nos esperaría la penumbra de la esclavitud. Pero estoy seguro de que la luz que emerge al final de nuestra ruta será siempre más fuerte, más luminosa y, por encima de todo, confío plenamente en Dios, en el pueblo de Chile y en nuestras Fuerzas Armadas y de Orden que, con patriotismo, hoy guían sus destinos.
Mis queridos jóvenes, el futuro de Chile está en vosotros, cuya grandeza estamos labrando.”

En el invierno del ochenta,
Roger Vergara,
El coronel de los secretos,
Es acribillado en la calle Manuel Montt.
Después de la primavera,
cae Roberto Rojas.
Lloraron sus restos,
en Renca,
las lágrimas de Patria y libertad.
Las mismas del Seguro Obrero.

En los ochenta,
La muerte,
escondida en el toque de queda,
a balazos se enciende de noche.

Miedosa,
se escondió,
se escapó,
desapareció,
en manos de los nuevos inventores de la soledad.

A nuestro padre que estás en el cielo,
santificándote estamos,
a cada rato,
en cada instante.
Bendito eres,
entre las mujeres,
que tocan tu cuerpo.
Santificados los muertos de la ciudad.
Vengamos tu reino
con cruces y espadas,
haciendo tu voluntad
en el río y en las calles del frío invierno.

Mucho más
Muchos menos,
Habitando muertos
La ciudad,
Se levantaron a las seis
A tomar la micro,
Hacia el trabajo.
Rodeados de un silencio primo de la estupidez.
El olvido disfrazó a Villa Grimaldi,
A Borgoño,
A Mackenna,
Al estadio nacional,
El estadio Chile,
La rotonda Departamental,
El puente Bulnes,
El seguro obrero,
Y la memoria de los muertos
En su nicho santiaguino.

La historia sigue su curso.
Como siempre,
Impávida,
Perpleja.

Como siempre lo hizo.
Como siempre lo hace.
Como siempre lo hará.

Pinochet – Chicho.
Chicho – Pinochet,
Como la nombrara
Munizaga,
Son la misma gueá.

Ahora y en la hora,
de nuestros cuerpos,
siempre muertos de muerte

Amén.

Puerto del Hambre o la soledad en el estrecho de Magallanes.

Puerto del Hambre
o la soledad en el estrecho de Magallanes.
Rodrigo Montero M.

En Enero de 1587, Tomás Cavendisch[1] corsario inglés, al servicio de la reina Isabel de Inglaterra, entró al violento estrecho de Magallanes, por su parte más angosta; la punta Catalina. Ya en la primera angostura y sorteando los cientos de escollos de la mar, el corsario divisó a un grupo pequeño de personas, que desde la orilla, hacían lo posible para ser vistos por la tripulación inglesa. Según narra Julio Verne, el grupo estaba compuesto por veintiún hombres y dos mujeres.
Caminando por las escarpadas orillas del mar, este grupo de gente andrajosa mostraba claras muestras de haber pasado por un largo período de hambre. Sus ropas apenas los protegían del frío. Testigos del encuentro narran que, desesperados, corrían por la orilla estrellando sus flacos cuerpos en las piedras de las frías playas gritando, al borde de la locura, su alegría ante el esperado encuentro. La tripulación de Cavendich los auxilió. De ese encuentro, Barros Arana, relata que un español de apellido Hernández contó las desgracias sufridas por el grupo al capitán Británico.
Ese relato es el único conocido de aquella empresa que había comenzado, años antes, bajo la dirección de Pedro Sarmiento de Gamboa, quién, como veremos más adelante, intentó, infructuosamente, poblar el lejano estrecho y construir dos fuertes[2] para la defensa ante los ataques de los corsarios ingleses, que por aquellos años, asolaban los pequeños puertos españoles de la América del Pacífico.
En las últimas décadas del siglo XVI, la guerra y la defensa eran elementos cotidianos en los alejados territorios de la gobernación de Chile y del Virreynato del Perú. Francis Drake, llamado por los españoles como Francisco Draquéz, había instalado el miedo en la población ante sus ataques, especialmente, en las pequeñas aldeas y puertos que se comenzaban a poblar en el borde costero de toda la costa de América del Sur.
Ante esos hechos, origen de miedos y deserciones de soldados que escapaban al interior del continente, el Virrey del Perú Francisco Toledo, asignó a Don pedro Sarmiento de Gamboa[3], como capitán para que recorriera las costas del estrecho y estudiara la posibilidad de instalar en él, población y algunos fuertes que pudiesen evitar el paso de los barcos corsarios desde el Atlántico al Pacífico.
Con estos datos se constituyeron los objetivos del viaje “prender, matar o desbaratar” al corsario “Draquez” donde fuese encontrado.
La expedición partió desde el Callao el 11 de Octubre de 1579. Llevando consigo un surtido variado de baratijas y obsequios para los indígenas, entre los cuales se destacaban: botones de colores, cuchillos, anzuelos, peines, tijeras, cascabeles y cuentas de vidrio, todos ellos en la idea de “ganarse la voluntad de los indios de esas alejadas zonas.”
En el avance hacia el sur, recorriendo las costas del reino de Chile, no encontró grandes sorpresas. Al llegar a la latitud de la ciudad de Valdivia, en la desembocadura del río Calle- Calle, Sarmiento perdió una de sus Naos, que, sin aviso ni emergencia, desapareció de la vista del capitán.
El 12 de febrero de 1580 Sarmiento de Gamboa, desembarcaba en la península de Brunswisch, justo en la entrada occidental del gran estrecho de Magallanes.
El viaje por las islas del sur no estuvo ajeno de problemas. Lo pequeño de las Naos, el frío y la falta de alimentos frescos, hizo que parte de la tripulación desarrollara serios problemas de escorbuto, y hambre. A ello se une la gran cantidad de enfermos de sífilis, lo que provocó, que en varias ocasiones, y debido a las alteraciones de la conducta, que produce esta enfermedad venérea, Sarmiento tuviese que neutralizar varios, intentos de sabotaje e insubordinación, por parte de los navegantes.
Inmediatamente recalado en la costa protegida, Sarmiento organizó pequeñas expediciones de observación y levantamiento de mapas. La rigurosidad de su juvenil formación intelectual, hizo que sus dibujos y mapas se constituyeran en los primeros bocetos geográficos de la zona.
Recorriendo las costas del estrecho avanzó siguiendo la ruta que cruza el cabo Froward, un poco mas al sur, de la actual Punta Arenas.
Guiado por una extraña observación de las especies vegetales de la fría zona, Sarmiento concluyó que era posible cultivar algodón y canela en dichos parajes, por lo que, proyectó un poblamiento no tan complicado como se pensaba.
Animado con la idea de que españoles, hombres y mujeres iniciaran una vida civil y militar en la zona, decidió fundar “Nombre de Jesús” en la bahía que hoy lleva el nombre de Felipe.
Sin embargo, el entusiasmo de Sarmiento no estaba en toda la tripulación que lo acompañaba. Muchos no creían que el paisaje frío y violento facilitara el desarrollo de la empresa del capitán. Algunos marineros, no podían ocultar su temor ante tamaña aventura, por lo que se produjo una huída importante de soldados hacia España.
En efecto, una noche el general Diego de la Ribera y el piloto mayor Antón Pablos, levantaron anclas guarecidos por la oscuridad del estrecho y escaparon llevándose consigo tres de las cinco naves que quedaban en la flota. La cuarta Nao había sido varada en la orilla debido a las malas condiciones en que se encontraba y sus tablas habían sido utilizadas en el reforzamiento de las otras cuatro naves.
Conclusión, a Sarmiento le quedaba sólo una nave, la llamada “María” .
Las personas que quedaban con Sarmiento no cabían en la embarcación por lo que el capitán decidió fundar Rey don Felipe, una segunda población cercana a Nombre de Jesús.
Para levantar la iglesia y las pocas casas que en ella quedarían, se cortaron árboles y se inició la construcción.
El ánimo en el grupo se hacía insostenible. El frío y la falta de alimentos profundizaban las dudas, ante lo cual, un individuo, que había escapado de la prisión vistiendo sotana, junto a un tal Antonio Rodríguez, decidieron escapar en una chalupa no sin antes intentar asesinar a Sarmiento, el complot fue descubierto y Antonio Rodríguez, junto al supuesto sacerdote, fueron decapitados en la recién inaugurada Nombre de Jesús.
Días después de dicha desventura, Sarmiento decide partir en busca de alimentos.
No es aventurado suponer que no sólo la búsqueda de auxilio fue el objetivo de dicha partida, de hecho, las circunstancias hacen sospechar que Don pedro deseaba huir rápidamente junto a sus incondicionales para no asumir la responsabilidad de la derrota de su empresa.
Como fuese, el español parte hacia Río de Janeiro, con el pretexto de comprar alimentos y conseguir apoyo para regresar en ayuda de los soldados y mujeres que habían quedado en las ciudades por él fundadas en la llamada Finis terráe.
Luego de una serie de situaciones, entre las cuales se encuentra un naufragio cerca de Pernambuco, Sarmiento regresa al estrecho con bastantes vituallas para apoyar a sus pobladores que lo esperaban en medio de un intenso invierno. Llegó hasta la entrada oriental del estrecho pero el mal tiempo no lo dejó pasar, por lo que regresó a Brasil.
La historia cuenta que, estando en el Brasil, recibió el apoyo de su gobernador Salvador Correa quien lo convenció de ir a España por la ayuda que buscaba.
El 22 de Junio de 1586 Sarmiento partía a España.
Sin embargo el destino le tenía otra sorpresa. Un barco corsario lo apresó, el 11 de Agosto de 1586, cerca de las islas Azores y luego fue conducido a Plymouth, donde el propio Walter Raleigth lo interrogó acerca de sus intenciones.
Por las experiencias contadas al famoso pirata Inglés, más una extraña entrevista que le hizo la reina Isabel, donde se cuenta, habrían hablado en latín, Sarmiento consigue su libertad. La monarquía, o más bien, la reina, le entregó los recursos necesarios para que regresara a España por el apoyo que necesitaba para concluir su empresa de poblamiento del estrecho.
Sin embargo al cruzar por Francia, que ese año estaba dividida en una cruenta guerra entre Hugonotes y católicos, fue apresado casi llegando a la frontera con España.
Pero mientras tanto ¿en qué estaban los hombres, mujeres que habían quedado a la espera en medio de un crudo invierno Magallánico?.
Lo último que sabemos de Sarmiento es que nunca más regresó a América. No existe, por el momento, ningún documento o testimonio que lo ubique de regreso al Perú[4], lo que sospechosamente, hace pensar en una huída hacia el olvido sin asumir su culpa en el fracasado intento por establecer poblados y fuertes en el Estrecho de Magallanes.
Tomás de Hernández, uno de los pocos sobrevivientes de “Nombre de Jesús” y “Rey Don Felipe”, al ser rescatado por Tomás Cavendisch, relató que luego de dos años de espera, en medio de una hambruna fatal, comenzaron a comerse a los cuerpos de sus compañeros para poder calmar el hambre. Cazaron, como pudieron, lobos marinos. Fueron atacados por indígenas fueguinos, hasta que de pronto decidieron caminar hasta la desembocadura oriental del Estrecho, allí habrían esperado por varios meses, aguantando la muerte y la soledad mirando, en precarios turnos, el horizonte hasta que divisaron los barcos de Cavendisch y fueron, finalmente, rescatados por el mismo enemigo al que iban a combatir en esas lejanas tierras.
El corsario inglés, luego de escuchar dicho relato, decidió rebautizar la aldea de “Nombre de Jesús”, como “Puerto del Hambre”.
El paso de los siglos ha borrado la ubicación de dicho puerto. La humedad ha hecho lo suyo y no hay restos de esa derrotada empresa. Según Hernández, al partir caminando hacia la salida del estrecho, en busca de ayuda y rescate, en el puerto del Hambre habría quedado la Iglesia y la horca como únicos restos del intento desgraciado de integrar el esquivo Estrecho de Magallanes, a la geografía del gran Imperio Español de fines del siglo XVI.
El intento de Sarmiento se instala como una empresa fracasada de poblar las lejanas tierras de la Patagonia. El comienzo de una serie de intentos por apoderarse de la geografía mas lejana de la tierra. que, tan solo, a fines del siglo XIX, se pudo poblar en forma sistemática en medio de uno de los capítulos mas sangrientos de ocupación territorial que se conozcan en la historia de nuestro país.
El fracaso de sarmiento es uno mas dentro de una larga lista de empresas que se funaron en nuestra memoria, que cayeron en la mas profunda desgracia conocida.

[1] Julio Verne describe así al famoso corsario inglés: “De todos los que siguieron el ejemplo de Drake, el más ilustre es sin duda, Cavendisch o Candich. Había entrado muy joven a la marina inglesa, y tuvo una juventud borrscosa, durante la cual disipó, rápidamente su pequeña fortuna. Lo que el juego le llevó decidió recuperarlo de los españoles. Habiendo obtenido, en 1585 cartas patentes hizo el corso en las indias orientales, y volvió a Inglaterra con un botín considerable. Animado por aquel fácil éxito de salteador de las grandes vía marítimas, pensó que conquistar un poco de honor y gloria al mismo tiempo que hacía su fortuna era lo que más valía”. Verne, Julio. Historia de los grandes viajes y de los grandes viajeros. Sopena. España. 1966.
[2] De esos dos fuertes, contamos con los planos originales, recuperados por el historiador Francisco Antonio Encina y publicados en la primera edición de su Historia de Chile, en el año de 1954.
[3] Al respecto de la biografía de Sarmiento de Gamboa contamos con varios datos, especialmente gracias a la erudición de Diego Barros Arana, quién afirma: “ Nacido en Pontevedra de Galicia por los años de 1530, Sarmiento de Gamboa hizo en su juventud los mejores estuduios de Matemáticas y Astronomía que entonces podían hacerse. Aprendió, además, muy bien el Latín que hablaba con gran facilidad. El mismo ha referido que hallándose más tarde prisionero en Inglaterra, se entendió en la tín con varios personajes con los cyuales tuvo que tratar, y entre eloos con la misma reina Isabel, que lo hablaba elegantemente. En 1550 tomó servicio del rey de España y luego pasó al Perú. Aunque se tienen pocas noticias de sus ocupaciones de esa época, se sabe que hizo muchas y variadas exploraciones y empresas de navegación.”
Barros Arana cuenta un dato interesantísimo acerca de Sarmiento, a propósito de su manejo particular de las Matemáticas y de las ciencias, habilidades y experticia muy poco común en los soldados de aquellos años. Al respecto cuenta: “ Aunque Sarmiento de Gamboa, según se desprende de sus escritos, era un tipo acabado de la devoción española de los siglos XVI y XVII, siempre dispuesto a ver milagros portentosos en los sucesos más comunes o en los fenómenos más naturales, no se vio libre en su calidad de cosmógrafo de las persecuciones de la Santa Inquisición de Lima. Se le acusó de hacer sostenido que cuando en esta ciudad eran las doce del día, en España estaba entrando la noche, noción astronómica que algunos sacerdotes piadosos calificaban de herética. Sería curiosos conocer los incidentes de este proceso, los documentos que a él se refieren y la defensa de Sarmiento de Gamboa.” Barros Arana, Diego. Historia General de Chile. Dibam. Stgo. 2000. Tomo III pág: 51.
[4] Este no regreso, reafirma la sospecha, expuesta con anterioridad, en atención a qué su partida hacia el Brasil estuvo motivada por varias razones. En el supuesto relato que hace en su diario de ruta, Sarmiento, insiste en la idea de la búsqueda de ayuda. Sin embargo, después de su prisión en Inglaterra y francia, regresa a España y no cumple con su objetivo, nada se sabe de él luego de que fue liberado desde Francia. Nadie nunca más supo de él. ¿ Por qué no regresó a salvar de la muerte a los que había dejado en el estrecho?. Suponemos que no quizo asumir su derrota, el fracaso absoluto de su empresa y se perdió en los laberintos de una España anónima donde la falta de comunicaciones e identificación permitía perderse para siempre de su oscurom pasado.

Más perdido que el Teniente Bello.

Màs perdido que el teniente Bello.
La desaparición del teniente bello.

Rodrigo Montero.


En la mañana del lunes 9 de marzo de 1914 el teniente Alejandro Bello revisaba su aeroplano Sánchez Besa 80 HP. Minutos después despegaba desde la escuela de aviación rumbo al sur de la ciudad de Santiago.
Las neblinas de marzo tapaban la visión en los cerros de Maipo, haciendo casi imposible la observación a más de 100 metros de altura. A las 4 de la tarde, el teniente volvió a revisar el equipo de su avión notando que la brújula estaba algo suelta. Solicitó ayuda al oficial controlador quién reviso la herramienta de orientación, de vital importancia, especialmente para los navegantes y aviadores que de pronto, se encuentran en medio de una intensa niebla.
Para esos años la aviación chilena se encontraba iniciando su historia. Los vuelos se realizaban en los cielos de Santiago y sus alrededores, seguramente, en condiciones técnicas muy precarias.
Por la tarde de ese lunes y luego de llenar la hoja de ruta que dejaba constancia del estado atmosférico y las condiciones positivas del aeroplano, Alejandro Bello y el teniente Ponce, partieron desde Santiago en ruta hacia la costa.
Según consta en declaraciones posteriores de teniente Ponce, al cruzar la cordillera de la costa, ambos aviadores, cada uno en su aeroplano, se encontraron con una densa niebla que obligó a Ponce a regresar al punto de despegue en la capital. En su viraje cruzó miradas con Bello y se saludaron, mientras Ponce intentaba decirle que lo siguiera en su ruta.
Esa sería la última vez que Ponce contacto visual con el teniente Bello.
Testigos de la zona declararon, ante el juez que llevó la causa de la desaparición, que a eso de las cuatro y media de la tarde, habían visto pasar por los cielos de Melipilla a los dos aviones en su camino hacia Cartagena.
Las hipótesis que se manejan con esta desaparición se relacionan con el estado de la brújula de Bello. Normalmente los aviadores sabían que los tornillos de esos instrumentos se soltaban con el movimiento de los motores. Todas las versiones concuerdan en indicar que Bello habría cruzado el borde costero de la zona de Llo lleo rumbo al mar. Incluso, pescadores de la zona, que luego dieron su versión de los hechos, expresaron que vieron pasar a Bello a muy baja altura en medio de la neblina. Los testigos indican que “le tocaron cuernos y pitos gritándole que se iba a matar..”.
Con estos testimonios siguieron apareciendo datos que intentaban explicar la desaparición.
Bello llevaba combustible para cuatro horas de vuelo. Una de las explicaciones indica que el malogrado teniente, se introdujo en el mar sin saber que abandonaba el continente para luego desaparecer. La segunda alternativa indica que al darse cuenta de su error, regresó a tierra en medio de la neblina y la noche, perdiéndose en los montes llamados “la loma”.
Inmediatamente se organizó la búsqueda por mar y tierra. Se exploró la costa desde Cartagena hasta Valparaíso, sin encontrar restos del aviador.
La historia de Bello causó conmoción en la opinión pública y dio origen a uno de los más característicos dichos referidos a la perdida o a la desorientación: “Más perdido que el teniente Bello”.
¿Cómo interpretar esta “desaparición” del aviador en el mar?, ¿Qué metáfora se podría armar a partir de esta desaparición en el mar de un chileno de principios de siglo XX?.
Varias son las posibilidades.
Comenzando por la desaparición en la historia de Chile. No pocas las ocasiones en que personas se perdían en esta geografía. Desde los tiempos de la conquista, muchos soldados y españoles perdían el rumbo y nunca más se supo de ellos.
En otras, los vencedores de alguna revuelta militar, dejaban a sus vencidos en los campos de batalla a merced de las aves rapaces y animales, sin dar aviso a los familiares de la muerte de sus seres queridos.
Seguramente nuestros campos y montañas, llenas de laberintos, esconden numerosos cuerpos perdidos y olvidados.
Los caminos de Chile, durante los tiempos de la Colonia, eran recorridos por hombres y mujeres, sin identidad, en busca de trabajos esporádicos. Los famosos vagabundos o “vagamundos”, sujetos desconocidos que no figuran en nuestro olimpo de héroes patrios.
Son innumerables las leyendas que tienen, como protagonistas, a desaparecidos o desaparecidas, o de los que “nunca más se supo de ellos”: navegantes, exploradores, viajeros, esposos, padres que abandonaron a sus familias luego de un “voy y vuelvo” o mujeres que partieron, desesperadas, hacia la distancia de sus esposos maltratadores, en busca del olvido o la nueva vida.
En nuestras historias cotidianas abundan las figuras del padre ausente, la madre desaparecida, el hermano que nunca vimos, nuestro detenido o detenida desaparecida, el familiar, el amigo o, simplemente, el amor desaparecido.
Algo tenemos de desaparición en los laberintos de nuestra memoria.
La segunda posible entrada, en el análisis, tiene que ver con el espacio geográfico en que se perdió Bello.
Nuestra geografía, presenta innumerables laberintos cordilleranos o una extensa costa de más de 5000 kilómetros de extensión en que todo puede pasar. Hay enormes trozos de país que no se habita con regularidad, en medio de ese descampado, toda desaparición es posible. Bien lo saben los militares chilenos, que en los sucesos posteriores al año 1973, hicieron desaparecer cuerpos arrojándolos al mar en la decena de ríos que cruzan nuestra loca geografía.
Es conocida la capacidad de los ríos y océanos para eliminar rastros de los que caen en sus aguas. Los cuerpos muertos que flotan en el mar y el agua, pierden sus huellas y se convierten en masas corporales sin identidad.
Otra vía que se podría explorar es la que se refiere a la relación entre la desaparición y las aguas del mar. Tripulaciones enteras perdidas figuran en los anales de la historia de la navegación en las costas chilenas.
Un ejemplo de este fenómeno lo constituye el famoso barco que, en la dictadura de Ibáñez, partió rumbo al pacífico con una particular carga; delincuentes y homosexuales. El barco se hundió “extrañamente” y nunca más se habló de ello. Esos “otros” que llevaba en su cubierta pasaron al olvido, y no figuran en ningún texto oficial de historia. Desaparecieron en el mar de nuestra memoria.
Se sabe también que muchos cuerpos de detenidos y ejecutados políticos fueron arrojados al mar luego de ser asesinados en la dictadura militar. En el mar se perdieron sus rastros, nunca más se supo de ellos. Varios tenientes Bello se perdieron, desaparecieron al ser arrojados a las aguas del pacífico.
Desde nuestros comienzos como comunidad histórica el océano pacífico se ha comportado como una frontera natural y simbólica entre la vida y la muerte. Los pescadores, cuando llegan a tierra, celebran con vino, el eterno y deseado regreso desde un paisaje cercano a la soledad y la muerte. En borracheras festejas el regreso a la vida.
Llegar a Chile, hasta comienzos del siglo XX, tenía que ver con el cruce doloroso del estrecho de Magallanes. Se llegaba después de duros intentos por vencer a la muerte, helada y desesperada, del estrecho.
El mar, en el caso de los militares que arrojaron cuerpos a sus aguas, adquiere la perspectiva de posibilitar el olvido. De esconder los cuerpos que el mar se encargará de enterrar. Seguramente en la mente de los que dieron esas ordenes, estaban estos detalles, olvidar y enterrar los cuerpos de los enemigos en el Mar.
Lo del teniente bello ocurrió en estos mismos paisajes. Voló hacia las violentas aguas de un mar que nunca mas lo entregó, pese a los infructuosos esfuerzos de sus familiares. Está enterrado y olvidado en sus aguas. Nos queda nada más que su desaparición como figura literaria que nos recuerda que, al perder la brújula, uno se puede perder y morir en esta geografía laberíntica que nos acoge.
A Bello, perdido y abandonado a su suerte, el mar lo hizo desaparecer, al igual que los homosexuales del barco de Ibáñez, que los marinos del estrecho de Magallanes, o que los cuerpos de los desaparecidos en la dictadura de Pinochet. Todo ellos flotan en algún lugar del borde costero de nuestra historia, de nuestra frágil, disgregada y desmembrada memoria.
El mar como herramienta para la desaparición, la desaparición en las aguas del mar, los cuerpos arrojados al mar para provocar el olvido, el mar algo tiene que ver con el olvidar, mar termina igual que enterrar y olvidar.

¿Dónde está el desorejado Barrientos?

¿Dónde está el desorejado Barrientos?
Una reinterpretación del descubrimiento de Chile.

El 8 de Julio de 1536, en la plaza del Cuzco, antigua capital del gran imperio incásico, la cabeza de Don Diego de Almagro rodó por el suelo después del certero hachazo de su verdugo.
Sus enemigos, los Pizarristas, seguramente con resaca en el cuerpo, celebraron victoria y pasaron a la historia como los conquistadores del Virú, capital de uno de los Virreynatos más importantes de las colonias españolas en América.
El capitán español había experimentado una existencia llena de aventuras y empresas de conquista cruzadas por la mala suerte y la cercanía con la muerte. Se cuenta que en batalla, había perdido un ojo, y terminó sus días con una de las enfermedades mortales de la época: la sífilis.
Existe consenso, entre los historiadores, en afirmar que don Diego de Almagro fue el “descubridor” de Chile. Sin embargo, existen datos que podrían poner en duda esta idea, tan profusamente citada.
En efecto, tiempo antes que Almagro saliera del Cuzco, hacia este territorio que los incas llamaban Chiwi, escapando de una condena por robo, luego de haber perdido sus dos orejas en manos de un verdugo, Pedro Calvo Barrientos, partió solitario hacia estas desconocidas tierras, los pocos datos existentes (descuido o ¿un olvido premeditado que responde a otras intenciones?) lo ubican acampando en el valle del Mapocho donde habría entrado en dialogo con Michimalonko el cacique Mapuche que, años después, atacaría la recién fundada ciudad (¿o aldea) de Santiago del extremo. En este valle se integró a las tribus indígenas sin mayores problemas.
Almagro al llegar a la zona central de nuestro país, lo habría encontrado y, presumiblemente, habría regresado en su hueste, al Perú, para luego morir en la famosa batalla de las Salinas, en que almagristas y pizarristas se cruzaron en una de las tantas guerras civiles que han azolado, desde nuestra fundación, este continente.
¿Por qué entonces, se considera a Almagro como el “descubridor” de Chile y no al desorejado Barrientos?
Algunos historiadores argumentan que Almagro habría sido el descubridor inicial de Chile debido a que es gracias a él que se supo de la existencia de este territorio. Él habría llevado las primeras noticias, y las primeras descripciones de estas tierras, a la opinión pública cuzqueña de la época, y, por proyección, al resto del mundo español. En todo caso, de ser así, la primera imagen que se tuvo de Chile, fue, sin duda, la de un territorio desgraciado e infausto, sinónimo de mala suerte y fracaso.
Ante esta idea uno se podría preguntar: ¿Es característica de un descubrimiento el hecho de comunicarlo a tiempo?, ¿Si el que descubre algo, que estaba escondido u oculto, y no comunica su hallazgo a los demás, inmediatamente, no puede ser considerado un descubridor?, De hecho, los datos indican que Barrientos habría regresado al Cuzco junto al derrotado y fracasado Almagro, y seguramente narró lo que había vivido en esta loca geografía, entonces ¿Por qué no puede ser considerado como el descubridor de Chile?.
Historiadores como Sergio Villalobos, oponiéndose a las tesis de los hispanistas, proponen que el descubrimiento y conquista, habría sido obra de un número indeterminado de personas, instalan el término “empresa” para referirse a ellos, con la intención (¿) de no concentrar, en la figura de unos pocos, el protagonismo y realización de la conquista.
Estos argumentos son interesantes en la medida que rescatan otra dimensión de la conquista y descubrimiento de América, a saber, su dimensión empresarial y financiera, profusamente estudiada, durante el siglo XX.
Otros como Eyzaguirre, Encina, y algunos de los historiadores decimonónicos, relatan el hecho desde las figuras de Almagro y Valdivia. Vitale, Jobet y la historiografía marxista, propone que el proceso se realizó desde la proyección del capitalismo en América Latina.
En ambos casos, se observa que el proceso de conquista habría sido una “victoria” o “hazaña”, en los primeros, de la acción de ciertos hombres ejemplos de valentía y virtud. Y en el segundo, como triunfo de una particular estrategia del capitalismo que se comenzaba a expandir por el mundo sembrando la explotación, “del hombre por el hombre” por los nuevos continentes descubiertos.
Ninguna de las dos miradas expuestas, se detiene en la idea del fracaso que implicó la aventura o empresa de Almagro.
Otro dato, Almagro, principal gestor de la empresa de conquista del Perú, no pasó a la historia como protagonista de esa hazaña. Los textos reconocen a Francisco Pizarro como el descubridor del Virú, ante lo cual Almagro sólo se queda con los laureles del descubrimiento de esta lejana y desconocida tierra.
Estas miradas Tampoco se detienen en la experiencia de Barrientos argumentando la falta de documentos que confirmen su existencia, pero ¿Cómo establecer la verdadera existencia de los héroes del “mito inicial”, en tantos relatos que intentan explicar el origen de miles de comunidades a lo largo del desarrollo de la humanidad?, ¿Qué es esto de “probar” científicamente, la existencia de los hechos que se pierden en el laberinto profundo de nuestro origen?,
Ciertamente, ante estas preguntas, Barrientos contesta desde mediados del siglo XVI, reivindicando su papel en el descubrimiento de esta patria que a veces, tanto nos duele. Sin sus orejas nos susurra su victoria desde los tiempos de los españoles y los mapuches.
¿Por qué no pensar que el descubridor de Chile fue un soldado casi desertor, ladrón y desorejado que llegó solo a estas tierras?
¿Por qué no mirar que la fundación, nuestra fundación, fue también obra de un hombre común y corriente que huyendo de un destino trágico vio, por vez primera, este rincón del mundo?
¿ Por qué no releer el proceso de conquista como un proceso histórico que fue protagonizado por personajes mitad hombres, mitad héroes, solitarios y angustiados, ladrones y deformes como Barrientos?. ¿Por qué no complementar y enriquecer las explicaciones tejidas desde el poder de la academia que intenta “hacer ciencia” con un relato que es difícil de objetivizar?, ¿Por qué no mirar los hechos desde ese “otro lugar”, que rescata lo escondido, lo oscuro, lo íntimo, lo derrotado y lo desgraciado que están mucho más cerca de la vida y de la muerte, y su completa humanidad?.
La historia de nuestro país está plagada de derrotas y fracasos, la lista podría ser interminable, lo que aquí se propone es volver a mirar nuestra memoria desde este lugar, para poder, entre otras cosas, ampliar la mirada de nuestra historia asumiendo nuestras miserias humanas y explorar en nuestros sensibles laberintos internos.


Rodrigo Montero M.
Julio de 2003.


Presentación: RIO/OIR

RIO/OIR por que el rio nos susurra al oido de la memoria de nuestra ciudad. Por que hace años el Mapocho es un pretexto para hablar de nuestra forma de hacer ciudad. De construir relatos que nos hablen de nosotros como comunidad. Pos que en las piedras del Mapocho se guardan los restos de nuestra frágil memoria. No tengo claro a donde voy. Sé que las aguas del río van a dar al Mar y de ahí, al océano. Un camino que comienza en esta ciudad y termina en las aguas de lo universal. Y esa travesía me seduce.
De lo local a lo universal.
El camino, en un principio, será un espacio para instalar algunas reflexiones acerca de la Historia de Chile. Pasajes perdidos de una memoria que se hace palabra para permanecer. Un espacio al que están todos invitados.
Que sea lo que sea.